Los anteojos de Gandhi y una cabeza de conejo
Por Sreeram Chaulia
Apenas la controversia por el sabotaje de la subasta de dos cabezas de bronce de una fuente china en Paris estalló un drama paralelo comenzaba a desarrollarse a propósito de las pertenencias personales de Mahatma Gandhi que iban a ser también subastadas en Nueva York.
Los objetos del “Padre de la Nación” india que la firma estadounidense Antiquorum Auctioneers pondrá bajo el martillo incluyen sus anteojos, sandalias, reloj de bolsillo, una vasija y un plato – todos símbolos de su espartano estilo de vida y sus santas cualidades. Como en China, una furia nacional se ha desatado en India por la comercialización de su herencia sagrada por el negocio del arte Occidental.
La subasta se realiza una semana antes del 79 aniversario de del comienzo de la campaña de Gandhi, conocido como “gran Alma”, de desobediencia civil pacífica en contra del dominio británico en India. Probablemente la figura más central en el siglo XX indio, fue encarcelado por los británicos cuatro veces antes de liderar a su nación a la independencia en 1947. El 30 de enero de 1948 fue asesinado por un fanático hindú quien no pudo perdonar a Gandhi en su tolerancia hacia los musulmanes de India.
La travesía por la cual las cabezas de un conejo y una rata llegaron a Europa y las antigüedades de Gandhi a Estados Unidos tiene algunos paralelos. Los bronces de China desaparecieron cuando tropas inglesas y francesas saquearon el Palacio de Verano Imperial en Beijing al final de la Segunda Guerra del Opio en 1860. Como muchos otros trofeos y tesoros extraídos de las colonias, fueron llevados a Francia para ser puestos en galerías de arte como un recuerdo de la época gloriosas de los imperios europeos.
Desde allí “legalmente” cambiaron de dueño hasta llegar a las manos del diseñador francés Yves Saint Laurent, un bon vivant que se encontraba entre los más famosos conocedores de arte mundial. Que los objetos chinos hayan terminado en las manos de un francés aristócrata que ha sido siempre ensalzado como uno de los íconos de la cultura de su país en vez de haber sido devueltos a donde pertenecían fue un gran humillación para China y un diario recordatorio de las actitudes obstinadas de los agresores coloniales de antaño.
Así que, cuando la colección de Saint Laurent pasó a subasta pública después de su muerte, el gobierno chino hizo todo esfuerzo posible para prevenir la continua usurpación de sus preciados objetos nacionales. La ley francesa, que legitima el saqueo colonial y vandalismo, rechazó una intervención activa y no dejó a los nacionalistas de Beijing opción alguna sino orquestar un sabotaje dramático a través de un “comprador misterioso” – Cai Mingchao.
Cai, un coleccionista de antigüedades y asesor del gobierno chino, se ha convertido en héroe nacional ya que su acción arriesgada de ofrecer 40 millones por teléfono por las cabezas de bronce resultó ganadora en Christies de Paris. El mismo reveló en conferencia de prensa en Beijing el lunes (2 de marzo) que era el ganador de la subasta, reclamó haber actuado “por el pueblo de China”. Ha rechazado pagar la venta, y se le ha enviado una notificación oficial de pagar en un mes de plazo so pena de perder la pertenencia sobre las piezas sobre su dueño anterior.
Los objetos de Gandhi, en cambio, no fueron adquiridos por la fuerza de manos británicas de la misma manera que los objetos chinos, ya que ellos también pasaron de manos coloniales a mitología. Una de las características de la filosofía no violenta del Mahatma fue su amistad personal con varios ingleses. Gracias a su argumento de que “no puedo y no odiaré a inglés alguno, pero no toleraré su posición”, Gandhi cultivó una gran masa de admiradores en Gran Bretaña – desde trabajadores de textiles hasta administradores coloniales.
En 1931, justo antes de la Conferencia de la Mesa Redonda en Londres, el Mahatma le regaló sus sandalias de cuero a un oficial militar británico amigo. Estas fueron mantenidas en su familia por un tiempo hasta llegar eventualmente a un coleccionista privado en Estados Unidos.
Los anteojos de Gandhi fueron entregados de manera similar como un regalo a un coronel en el Ejército Británico Indio quien había pedido un souvenir para poder inspirarse. Se mantuvieron en la familia del Coronel por un buen tiempo para terminar luego en la posesión del coleccionista. Los demás objetos de la subasta fueron regalados por el Mahatma a su nieta y se mantuvieron entre sus descendientes hasta que coleccionistas los adquirieron y los llevaron al Antiquorum.
Como en el caso de la protesta del gobierno chino y sus intentos de detener la subasta en París, el gobierno indio objetó fuertemente y sostuvo varias reuniones con Antiquorum para extraer los objetos de la venta, pero sin resultados. Un diplomático indio en Nueva York anunció subsecuentemente, “les hemos ofrecido que si inclusive no querían donar los objetos, podríamos comprarlos en nombre del pueblo de India”.
Ricos empresarios indios en Estados Unidos también se sumaron al coro de sentimiento nacional a casa diciendo que ellos podrían comprar los objetos y retornarlos a su país de origen. Al declarar su determinación de recuperar exclusivas posesiones materiales del Mahatma, los indios han mostrado el mismo fervor nacionalista como el de los chinos con las cabezas de bronce.
Lo que incendió a los nacionalistas chinos e indios en particular fue la actitud de las casas de subastas y los coleccionistas privados quien, a los ojos de Beijing y Nueva Delhi, son ladrones bajo la máscara de propietarios “respetables”. El industrial y patrón de las artes, amigo de Saint Laurent, Pierre Berge, puso el dedo en la llaga al comentar que devolvería los bronces a China si esta mejoraba su record de derechos humanos. Con su porte de liberal occidental, Berge pudo haber pensado que esta sería una manera ingeniosa de darle un poco de luz a la lucha tibetana y la del Falungong, pero lo único que logró fue enardecer a los nacionalistas chinos.
Para ser justos este es un caso del “el burro hablando de orejas”. El hecho de que Francia, que ha cometido de los peores excesos coloniales y neo-coloniales en Vietnam y Algeria y haya aprobado el genocidio en Rwanda, haya intentado tomar la posición del más puro en materia de derechos humanos es la más suprema ironía que no pasa desapercibida a cualquiera que comprenda la violencia y explotación que conlleva el imperialismo.
En el caso de la subasta de los objetos de Gandhi, James Otis – el coleccionista privado con base en Los Angeles que se autoproclama pacifista – ha dicho también que podría “negociar” un regreso de los objetos a India si Nueva Delhi “considera un mayor compromiso de mejorar las vidas de la gente de India como pago”. Agregó para empeorar el panorama de los indios que una pre-condición para el retorno de los objetos debía ser un incremento en el gasto público en salud que saldría del producto interno bruto del gobierno indio. Tenemos aquí un norteamericano privilegiado pensando que puede dictaminar las políticas de un país asiático independiente a través del chantaje.
La actitud de Otis y Berge refleja la mentalidad post-colonial de que el intelecto occidental conoce los problemas del mundo y tiene las soluciones para ellos, si solo los líderes del “Tercer Mundo” estuvieran más abiertos a oírlas.
El criticismo de los derechos humanos en China y las prioridades desubicadas del presupuesto indio es válido y vale la pena abrir el debate y quejarse al respecto, pero no puede relacionarse al conflicto emocional a propósito del retorno de objetos robados que no tienen sustento moral de venderse en eventos de gala en Paris y Nueva York para el divertimento de la intelligentsia occidental. Mientras las condiciones políticas estén ligadas a la restitución del saqueo de los tiempos coloniales en Asia y África [y América Latina, N. del T.] el mundo occidental se mantendrá sumido en su velo jerárquico a propósito de su supuesta superioridad en cultura y evolución humana.
Los anteojos del Mahatma y las cabezas de conejo chinas deberían servir como recordatorios del impacto destructivo del legado colonial occidental. Deberían haber generado debate entre las sociedades occidentales a propósito de la disculpa y la deuda que mantienen con sus respectivos sujetos en el Tercer Mundo.
En cambio, la rigidez de los sistemas legales de Francia y Estados Unidos que defienden la santidad de la propiedad privada, sea cual sea el método por el cual se adquiere, permiten una fachada a los robos cometidos por el imperialismo a plena luz del día. Los dos episodios demuestran la famosa contradicción que denunciaba Gandhi de que la civilización occidental “es una buena idea”.
Sreeram Chaulia es investigador de asuntos internacionales en el Maxwell School of Citizenship and Public Affairs en Syracuse, Nueva York.
Extraído de http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/KC06Df01.html.
Traducido por Felipe Palacio para la Cátedra de Historia de Asia en la Pontificia Universidad Javeriana.
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